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Mostrando entradas de junio, 2014

Un libro en la arena

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Soñar y leer son actividades secretas. Febriles de conspiradora intimidad si pensamos que, al velar nuestros sueños y sus textos, reflejamos la mirada del otro dentro de nosotros mismos, para que nosotros, al fin, podamos ser aquello que nunca fuimos, escritura del sueño.  Fin de tarde en las fronteras de la nada. Todo abandono en la hendidura ciega los ojos abiertos del desvelado tipo de grafía evaporada por palabras antiguas, nuevas, donde se alimenta de promiscua fe el pensamiento, que al escribir o al leer cosifica en el barro su retina impertinente como cerdo en el chiquero. Y no estoy hablando de carnicerías ni de guerras mundiales. Sobre eso hinca el diente Jayro  en su libro "E assim que os dìas passam", edición que el autor ilustró, cual mascarón de proa de su odisea. El desierto es un mar de silencio, un himno a la memoria, el fruto carnal entre objeto y objetivo. Dice por ahì el bolero "Quizás, quizás, quizás" Estás perdiendo el tiempo pensando

Alambras

En lo más profundo de tus aguas o desde la nube más rastrera Te escucho respirar En silencio Tierra, no eres cementerio de nadie Piedra oscura, palabra tibia y polar Aquello que no ha venido a morir Y ni siquiera ha venido a nacer Ondula como inquebrantable combustión villera Detrás de cada corazón como un incendio de sombras Porque no tiene otro lugar

El estilo es el caos o cuando las lenguas se atraen

Y de repente en el medio de la noche algo se movió Al costado de mi cama Una enorme araña Salvaje, unitaria,  rumiando humedad tóxica                                                        El poema Es la conjura que pone en funcionamiento El sistema operativo de ese visor-trinchera llamado Web Válvula o  tubo de vacío Que permite realizar operaciones de coma flotante En cualquier caos Y con cualquier programador instalado en el chip Mueca de tu boca ausente Impresa en esa anónima enciclopedia sin palabras Disuelta en la lluvia Mientras vos dormís abrazada a una nube Vapores humanos Envilecidos por trémula jauría despelleja cuerpos Que se desangran quemándose en una fe poética invencible La vida es un aroma que perfuma con su rosa mortal nuestro festín De cada pétalo una huella En cada estambre un destino Con cada  lluvia sombra fresca Tú eres esa impía rosa Déjala crecer y secar, volver a crecer y volverse a secar Mientras respires Y