La prostituta
Hace nueve años que consulto a una misma prostituta, una o dos veces por semana, según la ocasión. Cuando la conocí ella tenía 19 años y supe inmediatamente que algo muy fuerte iba a suceder entre nosotros. Y así fue. Nos hicimos amigos mucho después de tener nuestra primer relación sexual, y hoy, que tuvimos la última, nos consagramos a tratar de entender juntos esta rara ironía que me invade, cuando le digo que esa manera de encarar su oficio para conmigo, me evitó tener que abrevar en psicoanalistas, doctores en filosofía, hechiceros, ocultistas, adivinos u otros crepusculares impostores. El impostor, un notable relato de Silvina Ocampo, es su cuento preferido, y el suicidio, su gran desvelo. Jamás nuestros encuentros tuvieron una duración excesiva. Ella misma cambia de casa con cierta regularidad para evitar acostumbrarse a las paredes. El hecho fantástico siempre se resuelve con mucha sencillez. Nuestro pacto es así de trivial. Nos vemos, hacemos el amor, tomamos una copa de v...