La banalidad del bien
Movimiento en el cine, la película está por comenzar.
Alguien llega antes que se apaguen las luces.
Relojea por una butaca
distante de otros espectadores pero frontal a la pantalla.
Se toma su tiempo, hay poca gente, vacila y finalmente decide
sentarse no muy lejos de una soliaria señorita.
Él sabe que cuando termine de arder el último faro
la lucha seguirá en el mar y como si fueran los cimientos de una novela en construcción sabe también
que nadie piensa que morirá en la cima de una montaña
porque ha soñado con nieve.
Por eso, porque sabe de barcos en aguas profundas
y de breteles sostenidos por cabrestantes,
cuando sale del cine
se pone a caminar por Sarmiento hacia el bajo y canta.
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