Roce

No se trata de desconocer las formalidades técnicas que debe tener un texto cuando comienza, quiero decir, que no esté ausente esa apertura técnica que ponga de relieve lo que se quiere contar. No, claro que no. Porque no estoy loco, ni vendo buzones, lamentablemente.
Pero este devaneo, un poco desolado para mi gusto, rema en las mismas aguas donde gesticulan los ahogados.
Busco aire boqueando con la lengua afuera, que no es la de la santa cruz, señal sí, clara y concreta, de los prefieren una claraboya a la tempestad del día.
Estoy complicado, no me hago ilusiones y no quiero compasión. Necesito dormir mucho y bien y sobretodo no hablar así, como si estuviera en algún panel de mierda en la televisión
Debajo de tu vestido se desviste el poema y extermina las cartas que nunca leí.
El sol de la mañana propone una inédita sensibilidad a la ceremonia. Tus nalgas transpiradas me golpean los muslos y yo pellizco tus pezones hasta hacerlos sangrar de leche.
El orgasmo más que una verdad es un sacrificio conjurado.
Te escucho murmurar como en un sollozo: "Soy como dios, una persona limitada, mi corazón jamás quedará embargado por una pena inútil. El sufrimiento ennoblecerá mi espíritu y hará fuertes a los hombres".
Quiero abandonar tu casa y subirme al colectivo pero tu silencio me come los ojos.
Imagino miradas siniestras en la calle, apenas respiraciones demiurgas.
Entonces levantás la copa con las dos manos, cerrás los ojos, hundís el vino en mi carne blanca y trémula y en ese desgarro, das por cumplida tu misión sacrificial.

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