Barco quieto

 Soy un barco que se hace a la mar, canta Spinetta en su canción Asilo en tu corazón, de La La La, el discazo que hicieron juntos el Flaco y Fito, en 1986, un año que navegamos en peligro. 

Esto que voy a contar, es mucho más que la historia de un barco y mucho menos que una historia de ciencia ficción.

La entrada en servicio del Conte Biancamano se realiza el 20 de noviembre de 1925. Su primer capitán fue Giovanni Turchi. El viaje inaugural fue: Génova-Nueva York. 

Poseía un exquisito lujo interior con decorados de estilo  barroco, costosas maderas talladas con incrustaciones de nácar; muebles donde abundaban los dorados. En sus mamparos, cuadros originales de artistas del momento y de clásicos. Incluso para algunos viajes, tuvo un Picasso en exhibición, el cual, terminada la cena en primera clase, era celosamente guardado. Sus salones de primera clase, que ocupaban tres entrepuentes, estaban iluminados con arañas que llamaban la atención de los pasajeros de primera clase, acostumbrados al refinamiento. Sus frescos en el cielorraso, paredes revestidas con gobelinos persas, ambientes que disponí­an de estufas eléctricas, lo que aumentaba el confort y de lo cual buques de la companía Cunard, ni siquiera el Aquitania poseí­a. No en vano, un periodista francés lo describia como El Versalles flotante.

Podían viajar 369 pasajeros en primera clase, 252 en segunda, 440 en clase económica y 664 en tercera. En esta última en la cual casi sin excepción viajaban los emigrantes, la diferencia se hací­a notoria. Contaba con camarotes de cuatro plazas que incluso tení­an una pileta y su correspondiente canilla de agua potable. Para atender todos los servicios, contaba con una tripulación de 454 personas.

Pero vamos a lo que nos toca. Los nombres de Carlos Gardel y Eva Perón están impresos en la historia del Conte Biancamano. 

Sobre Gardel, el mito que termina sus días adentro de un avión, los comentarios de la época afirmaban que el Zorzal  estaba muy entusiasmado con el viaje, nunca habí­a embarcado en un transatlántico tan grande y tan lujoso. Curiosamente, la noche anterior a su partida, el 6 de noviembre

de 1933, se despedía del público argentino a través de los micrófonos de Radio Nacional. A la salida, caminando, en la esquina de Corrientes y Libertad, se encuentra con el escritor César Tiempo, quien vení­a acompañado de Federico García Lorca.

Tiempo, conocido de Gardel, los presenta y aprovecha la ocación para invitarlos a su apartamento. Allá el Mudo interpreta para ellos "Mis Flores Negras", "Claveles Mendocinos" y "Caminito".

Al otro día, martes 7 de noviembre, a las 22 horas, zarpa el Conte Biancamano del Puerto de Buenos Aires con Gardel a bordo. Algunas fotos lo documentan acompañado por Rosita Moreno. Nada malo sucedería en el viaje, ningún mal presagio volaba entre las olas. Navegar era preciso, vivir, no.

El caso Eva: en 1957 la mística que generaba en gran parte de la población argentina el cadáver momificado de Eva Duarte de Perón, lleva al gobierno de la fusiladora, encabezado por Pedro Aramburu, a pensar en deshacerse de este cuerpo que "le quemaba las manos" y contraponí­a con su estancia en el local central de la CGT en Buenos Aires. Era la pretendida desperonización de la Argentina. Por lo tanto, Pedro Aramburu ordena al mayor Moori Koenig que secuestre el féretro donde está el cadáver embalsamado de Eva. Aquí comienza la paranoia militar por el temor a que la resistencia peronista  recuperara el cuerpo de su amada dirigente. Circula en furgones que quedaron estacionados dí­as en calles de Buenos Aires, lo llevaron al servicio de inteligencia del ejército, en la esquina de Viamonte y Callao. Estuvo meses oculto detrás de la pantalla del cine Rialto y en el edificio de Obras Sanitarias. Lo descabellado es que se guarda en la casa del mayor Eduardo Arand­a, y el tipo mata a su señora embarazada al volver del baño en la noche, pensando que era un supuesto enemigo que quería recuperar el cuerpo. Toda esta parafernalia, más la promesa hecha por  Aramburu a la madre de Eva Duarte, de darle cristiana sepultura, lo lleva a ordenar al coronel de infanterí­a Eduardo Cabanillas, de probada fidelidad anti-peronista, de hacer desaparecer el cuerpo. A su vez, a instancias del entonces coronel Alejandro Agustí­n Lanusse, Aramburu decide realizar contactos con el Vaticano a través del sacerdote Francisco Rotgen, que había sido secretario del nuncio apostólico en la Argentina desde 1933, y tení­a estrecha amistad con el papa Pio XII. Era además íntimo amigo y confesor de la familia Lanusse. Cabanillas eligió al oficial de caballería Hamilton Dí­az, quien estaba secundado por el suboficial de inteligencia Manuel Sorolla. Terminadas las gestiones en el Vaticano, con falsos papeles elaborados en inteligencia del ejército, el cadáver de Eva Perón viajó a Italia bajo el nombre María Maggi de Magistris, nacida en Dalmino Bergamo y muerta en Rosario en 1951 en un accidente de automóvil. Para su traslado se eligió la funeraria Spallarosa. Solo el Papa y sus sucesores: Juan XXIII y Paulo VI, junto con tres personas en Argentina: Cabanillas, Rotger y Hamilton Díaz, conocí­an cual era la morada final del cadáver. 

A las 16:00 hs. Del 23 de abril de 1957, el cajón y su falso viudo, Giorgio Magistri, partieron a bordo del Conte Biancamano, para concluir la llamada Operación Traslado. El transatlantico hizo escala en Santos, Río de Janeiro, Cartagena en España, y a su destino final: Génova. 

El 13 de mayo de 1957, a las 15:40, el cuerpo de María Maggi de Magistris entra al Cementerio Maggiore de Milan. Hamilton Díaz estuvo en la cámara mortuoria dos dí­as en custodia del féretro hasta que el mismo fue sepultado en el tombino 41, del campo 86, un área abierta y arbolada. Díaz retorna a Buenos Aires con un papel rosado con el número de la tumba. Se lo entrega a Cabanillas, que lo guarda en una caja de seguridad en Uruguay. 

Tampoco hay malos presagios en el horizonte, y el Conte Biancamano siguió navegando hasta su desguace final, en Nápoles.

Por eso decía que esto no era la historia de un barco y si tal vez, la historia de dos cuerpos y un bautismo de fuego en alta mar.

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