Ojos que nos ven, corazón que no siente.

¿Por qué las actividades privadas son tan perseguidas por los sistemas represivos vengan del aparato institucional, familiar, mediático o financiero?
¿Por qué somos vigilados a diestra y siniestra?
Las redes sociales guardan y preservan nuestras claves de ingreso, el estado mantiene nuestras identidades en padrones siempre al acecho de manipuladores de todo color político, los bancos son un depósito de registros e informaciones cruzadas sobre cualquier ciudadano-a que posea un plástico, las empresas telefónicas y los sistemas de televisión por cable controlan nuestros movimientos y lo hacen saber diariamente con mensajes cotidianos que nos envían de manera personalizada, las cámaras de seguridad ya están ingresando a los baños de algunos restaurantes, el escudo satelital que posee nuestro planeta y que manejan los EEUU, China, Rusia, Francia y Gran Bretaña esta capacitado para detectar cualquier movimiento de cualquier cosa que irradie calor aunque se esconda a diez metros bajo tierra.
Nada alcanza para husmear en la intimidad del otro. El otro es siempre distinto y merece que nos ocupemos de él porque en lo distinto es donde subyace el germen del peligro y de la inseguridad para las estructuras estatales, financieras o familiares.
La iglesia nos observa vigilante y a su vez nos invita a que seamos testigos de la mirada liberadora de Dios.
Las policías, los ejércitos o los servicios secretos de todos los estados modernos o ultramontanos nos invitan a enrolarnos en sus respectivas fuerzas para ver, observar y así proteger los intereses de la comunidad
Pero observemos la cosa con más minuciosidad para no entrar en insalvables o culposas paranoias porque pareciera que todas estas artimañas o artificios que el poder tiene en sus manos no alcanzan para evitar el accionar de los mediáticamente llamados asesinos
seriales, los mismos que antes de perpetrar sus matanzas y cacerías se arman hasta los dientes sin el menor control de parte de los controladores.
No pueden o no quieren, claro está.
¿Por qué entonces nosotros, los que no estamos armados sino por nuestra propia conciencia, somos los más vigilados?
“Por que en un solo individuo se puede incubar el huevo de la serpiente”, exclaman los chamanes del espionaje estatal, familiar o religioso.
Y ellos son la serpiente

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