Un libro en la arena

Soñar y leer son actividades secretas. Febriles de conspiradora intimidad si pensamos que, al velar nuestros sueños y sus textos, reflejamos la mirada del otro dentro de nosotros mismos, para que nosotros, al fin, podamos ser aquello que nunca fuimos, escritura del sueño. 
Fin de tarde en las fronteras de la nada. Todo abandono en la hendidura ciega los ojos abiertos del desvelado tipo de grafía evaporada por palabras antiguas, nuevas, donde se alimenta de promiscua fe el pensamiento, que al escribir o al leer cosifica en el barro su retina impertinente como cerdo en el chiquero.
Y no estoy hablando de carnicerías ni de guerras mundiales. Sobre eso hinca el diente Jayro  en su libro "E assim que os dìas passam", edición que el autor ilustró, cual mascarón de proa de su odisea.
El desierto es un mar de silencio, un himno a la memoria, el fruto carnal entre objeto y objetivo.

Dice por ahì el bolero "Quizás, quizás, quizás"



Estás perdiendo el tiempo
pensando, pensado
por lo que mas tu quieras
hasta cuando, hasta cuando

Y así pasan los días
y yo, desesperando,
y tu, tu contestando
quizás, quizás quizás.



Se trata de una canción escrita en 1947 por el cubano Osvaldo Farrés, diez años antes de la carta que Albert Camus le escribe a su amigo German Louis, y meses después de haber recibido el premio Nobel de literatura, pasaje citado por Jayro y que está vinculado con la articulación educación-niñez-verdad. 
¿Que función cumple el bolero en esta diatriba? 
En verdad el título del libro tiene su origen en un verso del poema "Um lugar para os días", escrito por Carlos Ronald, para el autor de "E assim que os días passam",  "o melhor poeta brasileiro vivo". 
Una acústica encadenada por el rubor que implica pronunciar versos y no sentencias amorosas espera la llegada de la naturaleza dinamitando todas las desgracias y así volverse canción. 
Ese tal vez sea el secreto de la espera.
No seguir a los antiguos, buscar lo que ellos buscaban. 
Bashô escinde el gas de las bibliotecas
Noches de lluvias, la tempestad es un libro abierto en la página de la tempestad.
Un sonido de arena enamorada.





Cipe Lincovsky en ocasiones especiales solía recordar estos versos

Dios,
No te voy a pedir lo que todos te piden ,
Porque , seguramente, de eso no te queda nada.
No te voy a pedir la tranquilidad del alma,
Ni la del cuerpo, ni siquiera la fortuna y tampoco la salud.
Eso te lo piden tantos que seguramente no te queda nada.
A mí dame lo que te sobra, lo que se te niega o rechaza
Yo quiero la intranquilidad y la tormenta.
La insatisfacción y la lucha , y dámela para siempre,
Porque no siempre tendré el coraje
De pedírtelo de nuevo.


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