Vigencia y pasión de una lucha sin tiempo


Madres de Plaza de Mayo, amorosamente revolucionarias


Mezcla rara de fuerzas que nunca se juntan salvo cuando algo más allá de las prédicas o de las circunstancias las hace juntar. Alquimia del ser en combustión total donde pasión, locura, templanza y ética se complementan dando un salto hacia algo nuevo, fértil, nunca antes experimentado.
Siempre habrá algún ingenuo o algunos incrédulos que piensen que lo que digo es una exageración. Y si, las Madres exageraron. Rompieron el molde de lo establecido permitiéndose avanzar siempre, enfrentar uno a uno y cuerpo a cuerpo todos los desafíos que se le presentaron y soslayar cualquier invitación al desasosiego, la pena o el desamor.
Por suerte mi anecdotario con ellas es breve pero enriquecedor.
Pude acompañarlas casi cotidianamente en estos los últimos diez años por mi relación con las revistas que ellas han publicado, por mi actividad en la frecuencia de Am 530 Radio Madre, pero sobretodo, vivenciando en cada uno de los jueves de ésta última década, el protagonismo absoluto que ellas, como asociación de derechos humanos pero también como ideólogas de políticas culturales (un buen ejemplo es el Ecunhi o los juicios éticos y políticos a cómplices y colaboradores civiles con la dictadura ) expandieron con férrea convicción en su territorialidad hacedora.
No hay en el mundo una organización que durante 37 años haya mantenido reglas del juego tan claras y que haya participado tan plenamente de la vida institucional de un país como ellas, pero son los jueves la marca más demoledora, la huella más sorprendente que han dejado impresa en lo mas profundo de la conciencia popular.
Cada jueves en la plaza tiene una respiración particular, única, irrepetible. Y esto que parece suceder con cada uno de los días de nuestra vida, tiene una épica diferente cuando hablamos de un ritual que repite minuciosamente cada detalle, todas las semanas, cada vez que las Madres llegan a la plaza, aunque algo que está más allá de lo pensado salta la frontera de lo posible, quiebra esa fragilidad y compone su propia poética.
Puede ser el clima (un jueves con 4 grados bajo cero nunca será igual a un jueves templado y con sol), puede ser una presencia inesperada, (Violanta Saramago, la hija del premio Nobel de literatura, hace algunas semanas, llegando por primera vez a Buenos Aires y dirigiéndose directamente a la plaza: “Me han hablado y he leído tanto sobre esta marcha que no esperaba otra cosa, salvo poder ver a estas mujeres”, me dijo, confidente, cuando la entrevisté) o el encuentro de compañeras que despiden a una amiga de lucha dejando sus cenizas en ese lugar de pertenencia “porque siempre estaremos presentes aquí”.
Los hijos y las hijas de las Madres de Plaza de Mayo fueron revolucionarios. Ofrecieron sus vidas por una causa, tal vez la más noble de todas las causas que un ser humano pueda abrazar.
Eso ha pasado y seguirá pasando siempre en nuestro planeta porque sus dirigentes globales siguen caracterizándose por sus gestos cada vez más brutales, más despectivos hacia la vida, humillando a diestra y siniestra con sus violencias represivas, su falta de decoro y su desdén hacia los más desposeídos y hacia la naturaleza.
Lo que no volverá a suceder será la aparición de una mística tan demoledora como la que construyeron las Madres.
Rompieron el molde de lo posible. Se nutrieron de una savia que les oxigenó los nervios de una pasión inaudita, inédita, porque así son las pasiones que se escriben con sangre. Amorosamente revolucionarias.
Creo que algunas personas ven a las Madres de Plaza de Mayo con un solo ojo. Como cuando se quiere mirar el grado de pureza de un diamante y si bien la Madres de Plaza de Mayo tiene alma de diamante, no se las puede examinar con un solo ojo porque ni siquiera con los dos alcanza.
El ojo cerrado es el que impide ver a las Madres como únicas creadoras de lo que supieron conseguir y también como únicas responsables de las decisiones soberanas que toman todos los días sobre esos bienes que poseen y que son el amor incondicional a sus hijos revolucionarios, el reclamo constante de juicio y castigo a los genocidas, la socialización de la maternidad o el rechazo a las reparaciones económicas, entre otras conquistas.
Ya, la universidad, la radio, el Ecunhi, las bibliotecas, la librería, la editorial, sus revistas, prensa y audiovisuales Madres, son decisiones puntuales, enérgicas, precisas, estratégicas, siempre respetadas y protegidas por cada una de las y los cumpas que trabajamos junto a ellas porque fueron elaboradas a partir de sus reuniones cotidianas, a veces con la opinión de compañeras y compañeros expertos en temas puntuales, pero siempre diseñando, experimentando, proponiendo el desarrollo de actividades que impliquen movilización y puesta en escena de  herramientas de lucha que a veces hasta pueden significar cambios profundos en las estructuras de esos ámbitos, inclusive el abandono de las tareas específicas, un giro de funciones, un cambio de rol, de oficina, de micrófono o de posición en la cancha para mejorar o hacer más transparentes la reglas de ese juego, irresistible por su generosa combatividad, que las Madres han inventado desde la nada y compartido con la sociedad para hacer de la acción política y cultural un vínculo siempre activo y una presencia siempre visible que contraste con el ninguneo salvaje que los sistemas capitalistas de comunicación quieren instalar desde sus mas variadas estructuras y guaridas como única alternativa de contar nuestra historia y la de sus protagonistas.
Por supuesto nunca falta un buey corneta queriendo escupir el asado pero también ellas han aprendido y a fuerza de prepotencia de trabajo que de las escupideras humanas hay que hacer abono, porque para eso sirve la mierda.
Las Madres han puesto el cuerpo como nadie. Todas nuestras caricias son para ellas.
Formar parte de su aldea, ensamblarnos con su mundo, verlas crear, es también una experiencia sensorial.
Todos los días inventan algo nuevo y a pesar de soportar vientos y mareas y de capear muchos temporales, ellas mismas son un viento huracanado y ardiente capaz de limpiarlo todo, a veces apenas con un solo gesto. (“Tu sombra es un país de pájaros que el sol disipa con un gesto”, dice Octavio Paz).
Pero no son una empresa, ni una ONG, ni una sociedad de beneficencia.
Se constituyeron ante escribano público el 22 de agosto de 1978 como una asociación de mujeres decididas a luchar por una utopía soñada por muchos pero concretada por pocos y a pesar de que en aquel entonces ellas ni imaginaban lo que estaban construyendo, lo hicieron posible. Empezaron solas, se convirtieron en miles y sembraron en la tierra una semilla de vida que no morirá jamás.

Quiero transcribir unas palabras que improvisó la presidenta de Madres el año pasado a causa de un reconocimiento otorgado por radio Nacional y que no trascendieron mas allá del estudio donde estábamos porque la ceremonia, como la revolución, no fue transmitida.

Hebe. 27 de agosto de 2013. 20.30hs
Radio Nacional.

“Soy una fanática de la radio, desde chiquitita me acostumbré a escuchar radio, me parece que es lo que mas educa, lo que más forma. No habrá nada que la reemplace, por más máquinas que vengan. No habrá nada que la reemplace porque llega a los lugares más recónditos y en los momentos más increíbles del día.
Gracias a María (Seoane) por haber hecho de esta radio, la radio que hizo, a Tristán (Bauer) porque sin él tampoco hubiera sido posible.  Pero nosotras, que también tenemos nuestra pequeña radio, sabemos del enorme esfuerzo que hay que poner para continuar con ella.
La radio es la voz de muchos. Los programas nos alegran, nos entristecen, a veces nos dan bronca, a veces puteamos y decimos “que hijo de puta como pudo decir eso” y después pensamos “bueno, tenemos la posibilidad de decirlo. Hoy nadie nos lleva por decir tal o cual cosa, nadie nos espera en nuestra casa, nadie nos quema la casa”.  Podemos decir lo queremos. Hay una libertad impresionante que no tiene precio.
Yo lo recibo en nombre de mis compañeras que están aquí pero se lo quiero dedicar a algunos hombres y mujeres porque sin ellos no hubiera sido posible tener esto que tenemos acá hoy.
El 22 de agosto se cumplió una fecha de Trelew.
No se los recuerda tanto, no se los nombra tanto.
Los compañeros que fueron masacrados en Trelew nos enseñaron el sentido de la unidad. Que significaba estar dentro de la cárcel diferentes grupos revolucionarios, guerrilleros, juntos.
Lo prepararon juntos. Huyeron juntos. Murieron juntos.
Pero muchos no saben (o a lo mejor si) que tres de los que se salvaron dejaron un documento que se pasó en nuestra radio y después en radio Nacional.
Y también tenemos que saber que muchos se quedaron dentro de la cárcel, a pesar de todo y contra todo, como Agustín Tosco, para hacer lo que le correspondía adentro de la cárcel y apoyando la huida.
Para esos compañeros. No se si héroes, porque a veces les dicen héroes y no se si a ellos les gustaría que los llamen así. Ellos pelearon por esta patria que tenemos hoy. Así que permítanme, es para ellos.
Voy a terminar diciendo: no le tengamos miedo a los buitres, porque los buitres comen carroña, carne muerta y nosotros compañeros estamos vivos, ¡revivos!
Así que con nosotros no van a poder y menos con Cristina.
Gracias”.


Zeus amó 9 noches seguidas a Mnemosina, la diosa de la memoria, una especie de tía de Zeus, hija de Urano y de Gea. De esas noches de amor surgieron las nueve musas que son las que cantan el origen del mundo y la aparición de la humanidad y en todo caso la gloria de los dioses.
Las musas son hijas de la memoria y tienen mucho que ver con el arte, la lírica, la dramaturgia: la palabra música viene de allí.
La memoria a veces parece transmutar en el tiempo como en una suerte de inversión donde el pasado se hace presente y donde el ritmo de la vida cotidiana se altera y aquello que fue, con destino de no volver a ser, vuelve a ser.
Se repite, como una especie de trampa circular.
El ser humano busca en la memoria ni más ni menos que la verdad y en su origen la palabra verdad significa “sin olvido”.
Son, la verdad y la memoria, espacios sagrados vinculados también con el alma.
Cuando el olvido, que es la ignorancia, pareciera tomar las riendas de la historia, volvemos a estar en peligro.
Las Madres de plaza de mayo algún día ya no estarán físicamente para alertarnos de esos peligros pero quedará nuestra memoria y la de nuestros hijos y la de los hijos de nuestros hijos. De esa tempestad de memoria pende la verdad historia de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que seremos.


Nunca antes nadie y desde la nada dejó un legado tan grande.
Por eso le debemos todo y nunca nos deberán nada.
Por eso seguimos sus huellas.
Por eso la única respuesta que tendremos para ofrecerles será siempre: Gracias Madres.

Una y otra vez, ahora y siempre: Gracias Madres.


Revista Ni un paso atrás. Abril 2104

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