La piedra que salvará mi cuello espera que la recojas en el río

En el inmenso atardecer de tu palabra
Un signo atribuido al pueblo
Recoge su lasciva proyección de hangar incendiado
En los cielos del lenguaje.
Esquirlas de nubes exilian palomas que abandonan la tierra
Vos que nunca abriste la boca en la última inundación
Ahora le robás silencio a las anguilas
El desprecio del mudo se inclina a tus pies
Solo te salvará la piedra
Si es que tu cuello puede soportar algún peso todavía
Es un escándalo que le hayas robado
La dentadura postiza a una anciana
Al menos disfrutaste su grito en medio de la nada
Porque ya nadie queda en las calles
Salvo viejas encapuchadas y pibes sin nombre
El reloj da las 8 de la mañana pero son las 10 de la noche
Nunca estuvo tan desolado Buenos Aires
Como desde la llegada de este mendigo
Mal nacido en la esquina de Juncal y Pueyrredón
Tan cerca de la cueva de Pasarotus
Tan lejos de la villa 11/14
Tu fortuna es semejante a una biblioteca devorada por las ratas
Ya nadie sabe donde encontrar un libro
Que tenga todas sus páginas intactas
Prácticamente no existen
Solo quedan oradores trajeados con Armani
Funcionarios de horrendas secretarias culturales
Y vos, claro
Dispuesto a que cualquiera te saque a pasear por ahí
Siempre y cuando te lleve en auto porque la calle te asfixia.
Ahora que la palabra se vende impresa y clasificada
Ahora que si no tenés un sope ni llamar al sepulturero podés
Me pedís el teléfono de aquel poeta tuerto de Avellaneda
¿Para qué?
¿Si sabès que se mató con la última sequía?
No importa, me decís
En una de esas atiende alguien y nos salvamos los dos

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